Una Guía Para Ser Feliz Y Chingón

En este libro se encuentra todo lo que tuve que aprender para dejar de ser mediocre, cuando me di cuenta de que no estaba haciendo nada en mi vida de lo que me sintiera feliz y orgullosa y sabía que algo tenía que cambiar.

Doy gracias por toda la información que llegó a mi vida, enseñanzas de grandes maestros, porque no te voy a decir algo que yo haya inventado. Me gustaría ser mucho más inteligente, como estos grandes maestros, para descubrir algo tan sabio, pero no lo soy. Así que todo lo que presento en este libro se descubrió, se dijo, se hizo y se comprobó años y años atrás.

Así que, créeme, si realmente quieres hacer un cambio en tu vida, espero que toda esta información recopilada aquí te sirva tanto como me ha servido a mí. Yo soy la garantía de que sí funciona, y si me funciona a mí, puede también funcionarte a ti; ¡abre tu mente y empieza un nuevo viaje!

Soy una persona que se ha rehabilitado exitosamente de la vida. Tuve una infancia interesante, mis padres se divorciaron cuando yo tenía 7 años, viví en juzgados decidiendo si me iba con melón o con sandía. La relación con mis hermanas y mi mamá no era muy sana, peleábamos mucho. Me fui de mi casa a los 12 años, con la ilusión de tener una vida tranquila y feliz. Después empezaron a buscarme por todas partes, cerca estuvieron de mandar mi foto al servicio de la comunidad. Otros me fueron a buscar a Durango, de donde es originario mi señor padre.

Mi ex novio estuvo cerca de que lo llevaran a la delegación de policía pues pensaban que me había secuestrado, por lo que tuve que regresar a casa sin ser bienvenida, razón por la cual me fui a vivir con mi papá. Él trabajaba por las mañanas y yo estudiaba por las tardes; la convivencia que tenía con él era que yo despertaba y entrabaa la barra de la cocina en donde encontraría mi desayuno que consistía en la mayoría de las ocasiones de un té, un jugo de naranja, un pan integral, fruta y una nota que decía: CUÍDATE, en ocasiones seguida por un TQM... Hacía mi tarea y me arreglaba para salir a la escuela, cargando una mochilota llena de libros y cuadernos, misma que me provocaba una joroba y así salía corriendo entre los invernaderos de mi padre para alcanzar la combi.

Por las noches llegaba y ponía música; me paraba frente a un espejo y me ponía a bailar y a cantar imaginándome en un escenario, pues desde pequeña sabía que quería ser artista. Así fueron las cosas hasta que terminé la secundaria. En una ocasión me dieron paperas; mi papá no estaba, así que me las tuve que curar yo sola. Mi papá me dijo: “Agarra unas papas y póntelas en los cachetes, de eso no te vas a morir”.

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